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Caso Anaís Godoy: Un crimen sin voz


Reportaje de Camila Ibarra, Radio Santo Tomás.


La Anaís ya se había ido- relata, con profunda nostalgia, Ángela Ramírez (35), prima de la joven, al recordar el día en que la abuela de Anaís, la “Titi”, junto a una vecina cercana habían encontrado sin vida a Anaís Godoy (16) en la casa de los Godoy-Ramírez.


Al llegar los demás integrantes del hogar, no pudieron soportar el shock que les provocó la situación, tuvieron que salir del lugar, mientras que Ángela, aún sin entender el porqué de todo, esperaba en la cocina junto a “la Chiqui» que llegara Carabineros y el Servicio Médico Legal. Nadie podía creer lo sucedido, Anaís ya no estaba entre ellos.


“Toda la culpa de los problemas que les doy la tiene Daniel Soto”


17 de septiembre de 2018.- Toda Vicuña ya estaba lista para dar inicio a una de las celebraciones más esperadas por todos los chilenos, Fiestas Patrias. Los Godoy-Ramírez no eran la excepción, y ya tenían sus carpas instaladas para festejar en los cerros del interior de la Cuarta Región, en la Pampilla de San Isidro.


“La Fiesta Criolla del Valle del Elqui” daba inicio al primero de 3 días de celebración junto a sus tradiciones, juegos típicos nacionales y el esperado show musical llevado a cabo en el escenario principal. Ese año, la localidad esperaba a los más de 40 mil asistentes con artistas como el grupo nacional Croni-k y el humorista argentino Jorge Alís.


La familia Godoy-Ramírez era conocida en la celebración por instalar año a año Toda la culpa de los problemas que les doy la tiene Daniel Soto”

17 de septiembre de 2018.- Toda Vicuña ya estaba lista para dar inicio a una de las celebraciones más esperadas por todos los chilenos, Fiestas Patrias. Los Godoy-Ramírez no eran la excepción, y ya tenían sus carpas instaladas para festejar en los cerros del interior de la Cuarta Región, en la Pampilla de San Isidro.


“La Fiesta Criolla del Valle del Elqui” daba inicio al primero de 3 días de celebración junto a sus tradiciones, juegos típicos nacionales y el esperado show musical llevado a cabo en el escenario principal. Ese año, la localidad esperaba a los más de 40 mil asistentes con artistas como el grupo nacional Croni-k y el humorista argentino Jorge Alís.


La familia Godoy-Ramírez era conocida en la celebración por instalar año a año un puesto de comida para poder generar un ingreso extra durante esas fechas y el 2018, por supuesto, no iba a ser la excepción. Todos los integrantes estaban listos.


Cayó la primera noche en la Pampilla de San Isidro y Anaís, la menor de los Godoy-Ramírez, junto a algunos de sus amigos, entre ellos Daniel, “el Soto” (21), pololo de una de las jóvenes del grupo, fueron a recorrer los distintos puestos que ofrecían variedad de entretenimiento. “El Soto” era conocido en Vicuña por ser un hombre violento y por vender drogas en el sector. Según Ángela, quien fue profesora del sujeto, “es un niño súper vulnerado, su mamá tenía una data de alcoholismo, entraban muchos hombres a la casa y, al parecer, “el Soto” fue violentado por uno de esos hombres; entonces, se genera una cadena de errores y traumas (…) pero no lo justifico”.


En cierto punto de la noche, cuando “la Chiqui” y sus amigos se encontraban recorriendo la gran variedad de puestos, “El Soto” comenzó a hablarle a Anaís sobre los problemas de su pololeo. Al ver que la joven no le prestaba la atención que quería, le dice, refiriéndose a su polola, amiga de “la Chiqui”: “habló mal de ti, te estuvo pelando”. Ahí, Anaís “enganchó y le preguntó qué había dicho sobre ella”, señala Ángela. Fue en ese momento que el hombre, de 21 años, logró aislar a la niña, quien solo tenía 14 años. Se la llevó a un cerro y, en reiteradas ocasiones, intentó abusar de ella. “La Anaís le dijo que parara pero él no lo hizo, no la escuchó, le bajó los pantalones y la violó”, cuenta embargada por la rabia y la tristeza Ángela Ramírez, prima de la joven y única vocera de la familia.


Para cuando Cecilia Ramírez, madre de Anaís, se encontró con la joven, ya venía con los ojos muy rojos, inundada en el shock y el miedo por lo que le habían hecho esa noche. Anaís solo le dijo que ya estaba cansada y que iría a la carpa de la familia a dormir.


“La Chiqui” se caracterizaba por no tener vergüenza a ser feliz y demostrarle al mundo sus expresiones. “Era fanática de hacer Tik Toks, hacía unos Tik Toks muy chistosos (…) iba al cine con alguno de nosotros (…) estaba en la plazoleta de Vicuña (…) iba al río, pero no era de alejarse tanto (…) Le gustaba mucho maquillarse, pero a la vez era muy niña”, relata Ángela acerca del día a día de Anaís. “Para su cumpleaños pidió todas sus cosas de princesa, quería una fiesta grande para invitar a sus compañeros y amigas”, recuerda su prima con alegría. Al ser la única hija del matrimonio y la menor de los hijos del padre, Anaís tenía una relación muy cercana con todos los integrantes de la familia. Era el “conchito”, la “regalona”, “guagualona”.


Así pasaron los días y las semanas, y “la Chiqui” que todos conocían se fue apagando poco a poco. Las risas ya no estaban, no había energía para hacer los tradicionales Tik Toks que hacía para divertirse, comenzó a bajar las notas y su intachable comportamiento escolar ya no era el mismo; y, de un momento a otro, Anaís terminó en reiteradas ocasiones internada en urgencias. “Ella empezó a sintomatizar fiebre, dolores de estómago, le daban unos dolores de estómago, indigestión, que caía al hospital”, detalla Ángela.


Entre los recuerdos que intenta hilar la prima de la joven, comenta que Cecilia la llamaba diciéndole que sospechaba que a su niña le había ocurrido algo grave, ya que, además de los terribles dolores de estómago que terminaban por agotar a Anaís, en cierto momento comenzó a sufrir inexplicables crisis de pánico y de ansiedad.


La psicóloga especialista en reparación emocional y temáticas de autocuidado y autoestima, Javiera Donoso, confirma que los síntomas que presentaba Anaís no eran exclusivos de su caso. Al contrario, estos se suelen dar en las víctimas de agresiones sexuales. “Una persona que sobrevive un abuso sexual vive sintiendo vergüenza, culpa, miedo, dudas de sí misma, desconfianza en sus relaciones -lo cual hace muy difícil establecer vínculos significativos y seguros de apego- dificultad para disfrutar de su cuerpo y su sexualidad, inseguridad y baja autoestima. Esto puede estar acompañado de trastornos del sueño, el ánimo y la alimentación”, señala la experta en una columna de El Mostrador.


18 de octubre de 2018.- Anaís decidió contarle a la profesora jefe de su curso lo ocurrido esa noche de septiembre, porque creía que en su calidad de docente podía ayudarla con su problema. Sin embargo, al enterarse de lo sucedido ese 17 de septiembre, la profesora de la joven, asustada, llamó inmediatamente a Cecilia para relatarle el hecho. La madre, sin creer lo que estaba escuchando solo le preguntó a su hija: “¿Por qué no me lo contaste?”.


“La Chiqui” no quería hablar sobre la terrible violación que sufrió porque “ella no quería verse como “la niña violada” y que le tuvieran pena”, manifiesta su prima. Por lo mismo, le pidió a su madre que la situación quedara en secreto, no quería que la historia fuera conocida por ningún otro integrante de la familia, ni sus hermanos mayores.


A pesar de esto, ese día, madre e hija, tomaron la decisión de dirigirse a la Policía de Investigaciones (PDI) para formalizar la denuncia por violación. Ya en el cuartel, el policía que recibió a Cecilia y Anaís las tranquilizó y les explicó todo el proceso que iban a iniciar. Sin embargo, el Fiscal a cargo del caso “le bajó el perfil a la situación y no le creyó a la Anaís, porque había contado después de un mes (…) y como le bajó el perfil, no mandó a hacer las pruebas que debería haber hecho (…) ni siquiera interrogaron al “Soto”, no hizo nada de eso”, asevera la vocera de la familia.


Al respecto, el fiscal regional de Coquimbo, Adrián Vega, señala que “fue una decisión que está amparada en la ley, porque un delito, en general, deja evidencia y rastro físico. No era posible (eso) en este caso rescatar, lamentablemente, por la tardanza de un mes. Sabemos que es muy difícil, pero esos eran los hechos de la causa», según consigna MegaNoticias.


Ese mismo día, Anaís fue llevada a La Serena, donde le realizarían una serie de entrevistas con motivo de comenzar la investigación, pero ninguno de los presentes informó a los padres de Anaís que las preguntas las haría el mismo Fiscal que no consideraba importante el caso, y “al pedir la grabación de la entrevista (nos dimos cuenta) que era paupérrima, el Fiscal cero tacto, no generó esa contención. Se notaba en la voz de la Anaís, empezó a hablar bien, pero él le empezó a hacer preguntas terribles, muy cuáticas, detallistas. La Anaís después no quería hablar”, relata Ángela con impotencia.


La familia siempre cuestionó el actuar del Fiscal, siempre tuvieron la certeza que esa entrevista la tuvo que llevar a cabo una psicóloga, una perito especialista, una mujer, ya que Anaís no podía expresarse y no se sentía cómoda con alguien que podía ser un futuro agresor en su vida. “La Anaís lo dijo, le daba cosa hablarle a un hombre desconocido”, asegura su prima.


Con la apertura del caso en 2018, y durante los dos años siguientes, “la Chiqui” se sometió a diversas terapias psicológicas por parte de Fiscalía, donde la rotación de los profesionales que la atendían era constante, por lo que la joven no podía mantener un relato fluido y avanzar en su sanar. Todo lo contrario, “era un volver a empezar una y otra vez, estaba aburrida y siempre le tocaban hombres, quienes, además, tenían cero tacto para preguntar”, indica con con amargura y crudeza en sus palabras la única vocera de la familia.


Paralelo a las idas y venidas de sus terapias, Anaís seguía sufriendo terribles crisis de llanto que nadie podía frenar. “Una enfermera del hospital de Vicuña le dijo a mi tía (madre de Anaís) que le pusiera un hielo en la cabeza cuando le dieran esas crisis, no había una preocupación real”, recuerda Ángela al narrar una de las muchas negligencias que sufrió su prima.


Las dudas, la falta de credibilidad en su relato, la culpabilidad por lo que “El Soto” le había hecho, llevaron a Anaís a intentar quitarse la vida cinco veces. Incluso, en los momentos que la joven quedaba hospitalizada en el área de Psiquiatría de un recinto médico de Vicuña, según la prima de la joven, “la psicóloga le preguntaba a la Anaís si ella iba a volver a intentar suicidarse y la Anaís le respondía que sí, que lo iba a volver a hacer”, comenta Ángela. A pesar de las respuestas tajantes que dio Anaís cada vez que volvía al recinto de salud, siempre se le dio el alta médica. “Como familia quedamos locos con eso (…) porque uno confía en lo que nos dicen los médicos y como la daban de alta (…) nadie nos dijo que la Anaís necesitaba más tratamiento”, asevera con desilusión la prima de la joven.


Lo que le ocurría a “la Chiqui” no es un caso aislado, es parte de las consecuencias que provoca un hecho tan traumático como una violación. En efecto, y según una investigación de 2012 de la Revista Chilena de Ginecología y Obstetricia, las víctimas de violación pueden presentar consecuencias como “comportamientos autodestructivos, autoagresiones, sentimientos suicidas, síntomas de ansiedad y estrés, pesadillas, trastornos del sueño, auto concepto y auto imagen negativa, sentimientos de aislamiento y estigmatización”.


Mientras se desarrollaba el proceso judicial, “El Soto” no solamente no estuvo privado de libertad, sino que aprovechó, junto a su familia, de realizar duras amenazas telefónicas a la joven, quien no comentó dichos hostigamientos con ningún integrante de su familia por miedo a que Daniel Soto matara a su padre, tal como había prometido. Además de aquello, y a pesar de los relatos a los múltiples psicólogos que atendieron a la niña, la Fiscalía no interpuso ninguna orden de resguardo hacía Anaís y su familia mientras duró el proceso de investigación.


“Hay agresores que no se acercan físicamente a sus víctimas, las acosan a través de cientos de correos, mensajes de texto, se hacen cuentas falsas, entonces el alejamiento debiese ser integral”, indica Maite Orsini, presidenta de la comisión de Mujer y Equidad de Género de la Cámara Baja. Por lo mismo, está “la necesidad urgente de establecer medidas que sean eficientes al respecto. Todos sabemos que las mujeres (…) que han sido violentadas tienen medidas cautelares vigentes que no fueron respetadas”, añade Karol Cariola, diputada integrante de la bancada feminista.

Con el comienzo de la pandemia, la información que se le entregaba a la familia Godoy-Ramírez era muy escasa, solo podían conseguir algunos datos vía telefónica; según Ángela, la respuesta siempre fue la misma: “en todo momento nos decían que todo estaba bien, nada más”.


En ese mismo periodo, “El Soto” fue encarcelado por otros delitos que había cometido; la noticia llegó a oídos de la familia, sin embargo, y extrañamente, esa misma información que todo el mundo manejaba, no llegó a ser conocida por los profesionales que estaban a cargo de la investigación del caso de la joven. En resumen, en ese momento, y a pesar de las veces que Anaís lo inculpó por lo sucedido y los antecedentes criminales que hasta esa fecha presentaba el sujeto, “el Soto” no era catalogado por la justicia chilena siquiera como sospechoso de la violación de “la Chiqui”.


En paralelo, Anaís conoció a otra joven que le comentó que Daniel Soto también había abusado de ella y que, al hacer la denuncia correspondiente, tampoco había encontrado la contención y la tranquilidad que buscaba; todo lo contrario, al igual que como le sucedió a Anaís, pusieron en duda su relato. Al no tener otra opción, las jóvenes decidieron hacer una “funa” por redes sociales, situación que empeoró el escenario, ya que “El Soto” supo quiénes eran las que estaban detrás de los escritos, e intensificó sus amenazas.


En ese sentido, Lorena Astudillo, investigadora y vocera de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, afirma que “somos las mujeres a quienes se nos viola, las mujeres y las niñas. Y somos violadas por hombres, entonces, no podemos pretender que la legislación no recoja esto (…) Se hereda el miedo a la violación porque es una realidad y eso no puede seguir pasando, entonces, estas políticas públicas y legislaciones, primero, tienen que reconocer que existe esta violencia. (…) De esta manera, la mujer no va a tener que probarle a todo el mundo que es violentada porque ya lo vamos a saber, y la condena no va a ser hacia ella, sino que, más bien, hacia su agresor, porque como sociedad no vamos a permitir esas dinámicas”.


A pesar de todo, en mayo de 2019, la Fiscalía de Coquimbo cerró el caso de Anaís por una presunta falta de pruebas.


“Perdónenme, los amo a todos”


Era el 28 de junio de 2020, una tarde de domingo común para cualquier familia chilena, y al parecer también lo era para los Godoy-Ramírez, oriundos de Vicuña, una localidad de menos de 30 mil habitantes ubicada en la provincia de Elqui, en el norte de Chile.


Ese día, Anaís, llamó a su amiga “Cota” para decirle que necesitaba que le dijera una mentira a Cecilia, su madre. “Dile que quieres comprar unos cascabeles para el bebé y que la estás esperando en la tienda, para ir para allá”. El bazar era de la hermana mayor de Anaís, Yasna, y ese día iba a ser atendido por Cecilia, por lo que ante la propuesta de “Cota”, la madre accedió a la petición.


De este modo, Anaís y Cecilia emprendieron rumbo a la tienda, ya que la joven, luego de múltiples intentos de suicidio, el proceso judicial en el que estuvo inmersa y el miedo que le había dejado la terrible violación, no podía estar sola en ningún momento. En camino, pasaron por un negocio de impresiones, momento en que la joven le indicó a su madre que había olvidado llevar consigo un pendrive con fotos que quería imprimir, y que quería ir a buscarlo sola para no hacer esperar a su amiga, que ya estaba en la tienda. Cecilia, entre dudas, aceptó que Anaís se devolviera. “Mi tía (Cecilia) llegó a la tienda y la Anaís no llegaba”, detalla Ángela.


En ese momento, en otro lugar de Vicuña, llegaba la notificación de un mensaje de WhatsApp a Yasna. Minutos más tarde, el mismo aviso llegó al “Pelao”, padre de la joven, quien estaba trabajando en el sur del país. Finalmente, la fatídica notificación llegó al teléfono de Cecilia, quien lamentablemente no lo vio al instante. Era el mensaje que ningún padre, madre o hermana espera recibir. Anaís se despedía de cada uno de ellos.

La primera en leer las tristes palabras fue Yasna, quien apenas vio el mensaje de su hermana llamó desesperadamente a Cecilia solo con un fin: preguntarle dónde estaba Anaís y, si no estaba con ella, pedirle que la fuera a buscar urgentemente. Pero la “Ceci” no solo no estaba al lado de su hija, la misma que no podía estar sola y la misma que la había engañado minutos antes, sino que además estaba lejos de ella. De esta forma, Cecilia contactó rápidamente a la abuela de la joven, la “Titi”, quien vivía frente a su hogar, para que fuera a ver si Anaís estaba bien. La “Titi” se asustó y llamó a una vecina de toda la vida para que la acompañara. Todo fue en vano, Anaís ya no estaba.


Al ingresar al hogar, yacía el cuerpo sin vida de Anaís Godoy, y a su lado, había una carta escrita con profundo dolor: “Perdónenme, los amo a todos, los cuidaré desde arriba”.


La familia llegó al lugar, avisada por ambas mujeres que encontraron a Anaís; al ver lo sucedido, la oscuridad, la angustia y el shock inundaron cada rincón de la casa. Nadie podía creer que ese día que tantas veces habían temido, lamentablemente, había llegado. Nadie pudo emitir palabra o hacer algo.


A solo días de cumplir los 17 años y celebrar la esperada fiesta de princesas, Anaís era parte del 20% de los adolescentes que deciden quitarse la vida anualmente en el país, según una investigación realizada por la Universidad Autónoma de Chile. No obstante, el caso de Anaís, es de aquellos en que la violencia hacia la mujer cala hondo.


De acuerdo con diversas organizaciones feministas, lo que le sucedió a “la Chiqui” debe ser catalogado como suicidio femicida, ya que, según la definición otorgada por la Red Chilena contra la Violencia contra las Mujeres, este tipo de decisión se toma por considerarla como la “única salida frente ante una muerte inminente, se trata de mujeres que se suicidan agobiadas por la impunidad, la revictimización y la negligencia de las instituciones encargadas de su protección”. Ese fue el caso de Anaís, en donde frente a un hecho terrible como es la violación a los 14 años, el Estado, la Justicia y la sociedad en su conjunto, le fallaron.


Pero quién puede pedirle a una adolescente que aguante la seguidilla de errores que cometieron las instituciones que prometieron protegerla. Anaís, no solo fue violada a sus cortos 14 años, y tuvo el coraje de denunciar lo vivido ante las autoridades pertinentes, sino que, además, sufrió una revictimización de lo ocurrido por una serie de actores que, en vez de contenerla y apoyarla, le fallaron. Finalmente, una noche que debería haber sido de celebración y risas, se transformó en un recuerdo que torturó a la joven hasta sus últimos días. 


Según cifras de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, solo entre enero de 2020 y junio de 2021, 6 mujeres se han suicidado frente a hechos de violencia machista. A pesar de ello, en Chile aún no está tipificado como delito en la legislación este tipo de sucesos. De hecho, el único país de Latinoamérica -y posiblemente del mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU)- que tiene incorporado el suicidio femicida dentro de su Código Penal es El Salvador, que sanciona con 5 a 7 años de prisión al victimario.


“Quiero que hagan justicia, ya que yo no pude”


Días después, era el cumpleaños 17 de “la Chiqui”. Su familia, amigos y cercanos hicieron una celebración en la tradicional plazoleta de Vicuña para conmemorarla. Las princesas, y los colores morado y rosado se tomaron el sector, y parecía que el dolor podía ser un poco más llevadero.


En septiembre de 2020, la Fiscalía reabrió el caso de Anaís porque, después de tanto peregrinaje y después de que la joven decidiera terminar con su vida, recién en ese momento se podían utilizar las cartas y los mensajes que había dejado “la Chiqui” antes de tomar la drástica decisión, como pruebas en contra de Daniel Soto. “Toda esa evidencia material indirecta, más la carta de Anaís, es lamentable decirlo, hoy día nos da más posibilidades de acreditar el hecho», sostiene Adrián Vega, el mismo fiscal que desestimó la denuncia de la joven en vida. Para la familia, la acción tomada por la Fiscalía llegó demasiado tarde.


Por unos días, el padre de Anaís logró volver al trabajo, pero la pena y el dolor lo inundaron y debió dejar todas sus labores de lado para concentrarse en mejorar. “Su depre está heavy, podría decir que se está volviendo loco. Su dolor es… bueno, era su única hija, sus ojos, su niñita”, indica Ángela con terrible angustia.


Un día, los amigos del “Pelao” le dieron una sorpresa; en el cerro más alto de Vicuña, escribieron con grandes letras “Justicia para Anaís”. Desde ese momento, el padre de la joven sube todos los días el cerro para luego bajar e ir a visitar a “la Chiqui” al cementerio. Así pasa sus días, intentando aliviar un poco el dolor.


Sin embargo, el tormento de perder a una hija, hermana y prima aún los sigue. Meses después de que Anaís ya no estuviera entre sus seres queridos, “la Ceci” y “el Pelao” “no podían estar solos (…) la Yasna se los llevaba un tiempo a su casa y después me los traía yo a la mía. Bueno la Yasna también, estaban todos en shock los primeros meses”, cuenta Ángela con resignación. Comenzaban un proceso para el que nadie está preparado. “Primero estás en shock, pero después vienen todos los recuerdos, el entender que no la vas a ver nunca más”, manifiesta mientras las lágrimas recorren su rostro.


Hoy, en paralelo a su recuperación junto a terapeutas, psicólogos y psiquiatras, la familia busca cumplir el último deseo de Anaís: hacer justicia. “Tenemos mucho contacto con las familias de casos similares. Por ejemplo, con la familia de la Antonia (Barra), tenemos mucho contacto con ellos y con muchas otras más. De hecho, en octubre vamos a viajar a Temuco a una marcha por la Antonia porque ellos igual han venido a La Serena a las marchas por “la Chiqui”.


El caso de Antonia Barra (21) es similar al de Anaís en muchos aspectos. También considerado como suicidio femicida por diversas agrupaciones feministas, Antonia se quitó la vida luego de un mes de no poder aguantar con el peso de llevar el recuerdo de la violación que sufrió a manos de Martín Pradenas. El crimen ocurrió en septiembre de 2019 en una cabaña compartida con amigos en Pucón, en el sur del país. Antonia, al igual que Anaís, no le contó a nadie.


Las similitudes, lamentablemente, no terminan ahí. El 12 de octubre de 2019, la joven llamó a su ex pololo, Rodrigo Canarios, para relatarle que había sido violada por Pradenas, pero este en vez de ser una persona en la que encontraría contención, se limitó a insultarla y a grabar la llamada de auxilio de la joven para luego difundirla. Después de esto, Antonia, al igual que Anaís, se suicidó.


A raíz de aquel caso, se dieron a conocer otros relatos de mujeres y niñas que indicaban como culpable a Pradenas de alguna agresión sexual hacia ellas. Así, comenzó una ola de marchas y campañas para hacer “Justicia para Antonia” que terminó en que la Fiscalía decretara prisión preventiva para Martín Pradenas. Hoy, el mismo organismo pide 41 años de prisión por los delitos de abuso sexual y violación para Pradenas.


En paralelo a los gritos de justicia que pedía la sociedad civil, la familia de Antonia Barra logró ingresar un proyecto de ley al Congreso Nacional. Este busca penalizar la inducción al suicidio, solicitar la realización de entrevistas grabadas en video para evitar la revictimización, proteger con medidas especiales a las víctimas que estén en medio de un juicio (suprimir de las actas de audiencia los datos personales, prohibir entrega de información personal de la víctima, impedir el acceso general a la sala de audiencias y prohibir el ingreso de los medios de comunicación), capacitación para los jueces y juezas en materias relacionadas con perspectiva de género en el proceso penal, revictimización y estereotipos, entre otros.


A pesar de la existencia de ese proyecto de ley, para diversas agrupaciones feministas no es suficiente para casos como el de Antonia Barra y Anaís Godoy. Paloma Galaz Lillo, abogada y especialista del estudio jurídico AML Defensa, plantea que en dicho proyecto “cuando hablamos de inducción al suicidio no estamos poniendo al género al centro de la problemática si no que, más bien, podría hablarse de inducción al suicidio en distintas circunstancias. Es importante relevar el género cuando se habla de suicidio femicida, como parte integrante y como elemento que debe estar en casos de esta naturaleza, tiene que ver con el género propiamente tal y con la violencia misógina que se ejerce en contra de las mujeres”, afirma terminantemente.


Por lo mismo, para Paula Silva Terreros, integrante de la Coordinadora 19 de diciembre, “la deuda de nuestro país es grande, sabemos que el 2020 se avanzó con la Ley Gabriela, pero queda bastante por avanzar”, asevera tajante. Dicha ley refiere a la ampliación de la tipificación de femicidio, incorporando las relaciones de noviazgo y pololeo, además de las razones de género (solo por ser mujer) y sanciona a los femicidas con penas desde 15 años y 1 día a 40 años. El nombre de esta ley nace a raíz del doble femicidio ocurrido en 2018, teniendo como víctimas a Gabriela Alcaíno (17) y su madre, Carolina Donoso, a manos de Fabián Cáceres, pololo de Gabriela.


De esta forma, mientras no se avance en dicho proyecto y no “se tipifique el suicidio feminicida, es muy difícil que se concreten acciones para erradicar esta violencia. Y como es una violencia tan difícil de distinguir (…), es tan solapada que el no tener una ley o figura legal para poder juzgar estos delitos, hace más difícil aún la erradicación de los mismos”, afirman desde la organización Memorial Feminista.


Actualmente, las familias de las mujeres y niñas que se han quitado la vida por considerar que es la única forma de calmar el dolor de cargar con la violencia de un hombre que se interpuso en sus caminos, o por no aguantar la impunidad y los cierres de puertas que encontraron en los organismos encargados de protegerlas, siguen buscando la tan anhelada justicia para quienes, como Anaís, no pudieron encontrarla en vida.


Anaís ya no está entre nosotros, no obstante, su voz clamando justicia se sigue escuchando, no solo por la lucha que su familia lleva adelante por encontrar tal justicia, sino que por las mismas palabras que les dejó “la Chiqui” a su familia en su fatídica carta: “Quiero que hagan justicia, ya que yo no pude”


Al día de hoy, la familia de Anaís sigue intentando recuperarse luego del trágico hecho que marcó sus vidas para siempre, y les quitó a su adorada “Chiqui». El proceso de sanación se vuelve aún más complejo considerando que el fiscal a cargo de la investigación del caso de Anaís no recibió ningún tipo de sanción por no considerar los testimonios de la joven; que los psicólogos de Fiscalía y de los recintos psiquiátricos no lograron que el dolor de Anaís se hiciera más llevadero e impidieran que se quitara la vida; y que Daniel Soto sigue impune por la violación.